ENZO

Ella nunca creyó en  el error de ese mensaje de texto, y tal vez no se equivocaba o sí. El azar y las letras chicas de las agendas de los celulares pueden hacerle bromas al destino. Lo que siguió fue el encuentro, deseado por los dos en silencio, aún para ellos mismos que se negaban a aceptarlo. Y así en algún momento de la noche, al beso robado le siguió el apasionado, tierno, frondoso con el deseo por en el goce que proporcionan los labios húmedos cuando se rozan, las caricias largas por la espalda con piel de gallina hasta que la ropa fue un estorbo. Eso fue lo que nunca pudieron dejar de desear, porque los besos fueron siempre el sello de su apasionamiento. Poco importaban las convenciones, se sentían invencibles y capaces de seguir en el beso eterno cuando estaban juntos. Ella con su frescura desafiante sin vergüenzas y valiente a su modo, él con su aplomo rebelde atado por la vida ya vivida. Se crearon un mundo propio en la intimidad de sus camas, sus transgresiones en los baños de las fiestas y los bares, incontables botellas y escapadas clandestinas. Los de afuera, los de palo, ignorantes, sorprendidos y algunos espantados con tanto desatino de un amor tan raro y a la vez tan común y previsible. Cuando el miedo los separaba les resultaba intolerable la ausencia y cada uno a su modo fue en búsqueda de poder tener control de tanto desparpajo, con la terrible angustia de no poder seguir adelante; se sentían adictos y con el miedo de la mano. Hasta que era inevitable un nuevo beso y el deseo de nunca más dejarse. Así fueron pasando los días, las semanas, los años… los embargaba el corazón dividido y se traicionaron a sí mismos una y otra vez. Se dieron el último beso, incapaces de soportar un nuevo encuentro, en blanco y negro, en una pantalla con el cursor titilando, sin subrayar, sin destacar con negritas, sin signos de admiracion. E Mail. Send…